“Como si me hubieran educado en
un hueco.”
Andrés Neuman
“… y en sus páginas la
ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada.”
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada.”
Jorge Luis Borges
Rota en la
rotura misma, pienso en una acción: Recordar: “Volver a pasar por el corazón”,
leo. ¿Volver a pasar por el corazón?, me pregunto.
El corazón, ese
órgano que no para nunca de bombear.
No, realmente no
creo que recordar sea eso. Un órgano incansable que nunca para. No.
En griego kardia se refiere tanto al corazón como
al estómago. Pasar por el estómago me suena más. Pero tampoco.
Recordar: Traer
hacia adelante cosas que no siempre sabíamos que teníamos dentro. Algo así. Investigo.
Lo relacionan con “aprender de memoria”. Y leo textualmente las traducciones de
aprender de memoria: en inglés “learn by heart”, en francés “par coer”.
Antiguamente se
creía que la sede de la memoria estaba en el corazón, pero luego parece ser que
se mudó. Los italianos lograron algo distinto en la mudanza:
Olvidar. Dimenticare, cuya
traducción, dicen, es sacar de la mente.
Mudarse de sede,
de casa, de lugar, mudar la piel. Habitar un lugar y de pronto deshabitarlo.
Repito: olvidar,
sacar algo de la mente, también del corazón del estómago, de las manos, de las
piernas, de los ojos. Extirpar.
Pienso en el
hueco que queda cuando se saca algo. ¿Tiene lugar un hueco?
El rencor hace
hueco. Resentimiento arriesgado y persistente, la definición de rencor. Sí,
podría ser eso el rencor. Un recuerdo que no se va y duele.
E inevitablemente escucho el tango: “rencor mi viejo rencor dejame olvidar…”
¿Qué nos deja
olvidar? Eso que creíamos tan nimio pero sigue en nosotros, eso que creímos
inolvidable, y se nos fue.
El problema es cuando deseamos olvidar algo que
insiste en quedarse.
Y aquí, en este
punto, es cuando vuelvo a dimenticare…
sacar de la mente.
¿Cómo, carajo,
cómo?… ¿Cómo se hace para sacar?
(Buenos Aires, 2013)
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