domingo, 16 de febrero de 2014

Dimenticare

“Como si me hubieran educado en un hueco.”
Andrés Neuman



“… y en sus páginas la ajada
violeta, monumento de una tarde
sin duda inolvidable y ya olvidada.”
Jorge Luis Borges



Rota en la rotura misma, pienso en una acción: Recordar: “Volver a pasar por el corazón”, leo. ¿Volver a pasar por el corazón?, me pregunto.
El corazón, ese órgano que no para nunca de bombear.
No, realmente no creo que recordar sea eso. Un órgano incansable que nunca para. No.

En griego kardia se refiere tanto al corazón como al estómago. Pasar por el estómago me suena más. Pero tampoco.
Recordar: Traer hacia adelante cosas que no siempre sabíamos que teníamos dentro. Algo así. Investigo. Lo relacionan con “aprender de memoria”. Y leo textualmente las traducciones de aprender de memoria: en inglés “learn by heart”, en francés “par coer”.  
Antiguamente se creía que la sede de la memoria estaba en el corazón, pero luego parece ser que se mudó. Los italianos lograron algo distinto en la mudanza: Olvidar. Dimenticare, cuya traducción, dicen, es sacar de la mente.
Mudarse de sede, de casa, de lugar, mudar la piel. Habitar un lugar y de pronto deshabitarlo.

Repito: olvidar, sacar algo de la mente, también del corazón del estómago, de las manos, de las piernas, de los ojos. Extirpar.
Pienso en el hueco que queda cuando se saca algo. ¿Tiene lugar un hueco?

El rencor hace hueco. Resentimiento arriesgado y persistente, la definición de rencor. Sí, podría ser eso el rencor. Un recuerdo que no se va y duele.
E inevitablemente escucho el tango: “rencor mi viejo rencor dejame olvidar…”

¿Qué nos deja olvidar? Eso que creíamos tan nimio pero sigue en nosotros, eso que creímos inolvidable, y se nos fue. 
El problema es cuando deseamos olvidar algo que insiste en quedarse.
Y aquí, en este punto, es cuando vuelvo a dimenticare… sacar de la mente.

¿Cómo, carajo, cómo?… ¿Cómo se hace para sacar?




 (Buenos Aires, 2013)

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