Hoy es domingo, pero no llueve.
Ayer fui a Ezeiza. En general me gustan los aeropuertos, estar allí, su olor, pero en Ezeiza cuando voy a buscar o a llevar a alguien, pasa otra cosa... No es como salir de viaje, no. Me convierto en espectadora de los vaivenes de otros.
Ezeiza de paso siempre me recuerda a un domingo viejo.
El café que pedí es caro pero huele delicioso.Yo no espero ni viajo. Sólo acompaño e imagino que estoy en tránsito.
Y pienso en la enfermedad, cuando trae y deja ir.
En las certezas de las últimas visitas.
En la ilusión de los viajes.
Y en un texto viejo que vuelve a mi cabeza toda vez que tomo un café en Ezeiza.
Ezeiza en domingo
El ritual de las despedidas. Los que esperan, los que llegan. Los que no ven a nadie, pero miran buscando.
Los que están apurados, sorteando el escollo de que nadie los este esperando, como si no les importara, (y tal vez no les importe).
Los chicos que llegan solos ante la incomodidad de la azafata con el handy en la mano, buscando quien la libere...
Los carteles.
Los abrazos.
Los que esconden amor, los que lo muestran.
Los amigos.
Los que tratan de esconder dolor, pero no pueden, porque el dolor se derrama entre el plástico de las valijas amorcilladas y el olor a avión.
Ezeiza, domingo, llueve.
(Buenos Aires, 2004)
Ayer fui a Ezeiza. En general me gustan los aeropuertos, estar allí, su olor, pero en Ezeiza cuando voy a buscar o a llevar a alguien, pasa otra cosa... No es como salir de viaje, no. Me convierto en espectadora de los vaivenes de otros.
Ezeiza de paso siempre me recuerda a un domingo viejo.
El café que pedí es caro pero huele delicioso.Yo no espero ni viajo. Sólo acompaño e imagino que estoy en tránsito.
Y pienso en la enfermedad, cuando trae y deja ir.
En las certezas de las últimas visitas.
En la ilusión de los viajes.
Y en un texto viejo que vuelve a mi cabeza toda vez que tomo un café en Ezeiza.
Ezeiza en domingo
El ritual de las despedidas. Los que esperan, los que llegan. Los que no ven a nadie, pero miran buscando.
Los que están apurados, sorteando el escollo de que nadie los este esperando, como si no les importara, (y tal vez no les importe).
Los chicos que llegan solos ante la incomodidad de la azafata con el handy en la mano, buscando quien la libere...
Los carteles.
Los abrazos.
Los que esconden amor, los que lo muestran.
Los amigos.
Los que tratan de esconder dolor, pero no pueden, porque el dolor se derrama entre el plástico de las valijas amorcilladas y el olor a avión.
Ezeiza, domingo, llueve.
(Buenos Aires, 2004)
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